Poesía y polvo cósmico

Empecemos citando al famoso astrónomo Carl Sagan: "Somos polvo de estrellas". ¿Qué quiere decir esta linda frase? Probablemente hayan escuchado alguna vez que los elementos que nos componen y nos rodean han sido forjados en los hornos estelares del Universo. ¡Esto es totalmente cierto! De hecho, los procesos extremos que ocurren en los corazones estelares afectan la estructura atómica de los núcleos y esto permite que se formen elementos más pesados (Carbono, Oxígeno, Nitrógeno, Hierro, etc.) a partir de elementos livianos (Hidrógeno, Helio). Algunas de estas estrellas, como las Supernovae por ejemplo, acaban su vida con una espectacular explosión que desparrama materia en el espacio exterior. Este polvo cósmico luego puede volver a concentrarse durante el proceso de formación de una estrella nueva y de sus hipotéticos planetas. Este mecanismo explica de hecho la presencia de elementos "pesados" en la Tierra y sus respectivas abundancias. Por ende, todo lo que vemos a nuestro alrededor está compuesto por ceniza estelar...

Es algo increíble pensar que la materia inerte que se generó en los corazones estelares terminó formando nuestro lindo planeta Tierra y sobre todo los seres vivos que lo habitan. En la serie Cosmos, Carl Sagan lo expresó del modo siguiente: "La ceniza de la alquimia estelar había cobrado vida". A mi parecer, esta frase es de profundo contenido poético y cristaliza de manera magistral la maravilla de la vida y el misterio sobre orígenes.


Sin embargo, no sólo los astrónomos usan esta imagen de "polvo cósmico" para referirse a lo que fuimos, somos y seremos. Por ejemplo, Francisco Tamayo escribió esta hermosa frase: "La vida es polvo y el destino viento". Sin embargo, el texto que más me gusta fue escrito por la celebérrima poeta chilena Gabriela Mistral y se llama "A los niños". Les dejo un saludo y espero que lo disfruten.

A LOS NIÑOS - Gabriela Mistral

Después de muchos años, cuando yo sea un montoncito de polvo callado, jugad conmigo, con la tierra de mis huesos. Si me recoge un albañil, me pondrá en un ladrillo, y quedaré clavada para siempre en un muro, y yo odio los nichos quietos. Si me hacen ladrillo de cárcel, enrojeceré de vergüenza oyendo sollozar a un hombre; y si soy ladrillo de una escuela, padeceré también por no poder cantar con vosotros, en los amaneceres. 

Mejor quiero ser el polvo con que jugáis en los caminos del campo. Oprimidme: he sido vuestra; deshacedme, porque os hice, pisadme, porque no os di toda la verdad y toda la belleza. O, simplemente, cantad y corred sobre mí, para besaros los pies amados. 

Decid cuando me tengáis en las manos, un verso hermoso y crepitaré de placer entre vuestro dedos. Me empinaré para miraros, buscando entre vosotros los ojos, los cabellos de los que enseñé. 

Y cuando hagáis conmigo cualquier imagen, rompedla a cada instante, que a cada instante me rompieron los niños de amor y de dolor.

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